jueves, 21 de febrero de 2013

Ni principio, ni fin, ni nada.

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Y salían palabras de su boca como balas en forma de amapola que traspasaban todo mi ser y me dejaban perpleja ante su tacto aterciopelado.

Me dejaban ese sabor de palabra en los labios que hacía que no pudiese olvidar en ningún momento del día su sabor.

Sabor a manzana.

Y cuando miraba al infinito y sus ojos se fundían con la luz y los colores podías ver un sin fin de sensaciones reflejado en su mirada. Aparecían las sensaciones infinitas que sólo las aparcaba el tiempo de vez en cuando.

Entonces las horas de sol y las de luna, parecían haberse fusionado.

(...)