viernes, 4 de mayo de 2012

Reflexiones de una hoja que se va con el aire.

De una manera inconfundible, le lloran a la vida.
Serenos, se consuelan afirmando que su existencia es indispensable.
Sufrí durante varios días el acoso del sonido estridente de sus vidas, de la inconformidad de cada uno de ellos con el mundo, de la resignación. ¿Pero qué clase de luchadores son?
Yo, todos los días balanceo de un lado a otro, arrastrada por la corriente, por el flujo del aire, por el choque de dos ráfagas de diferente temperatura. Y soy feliz.
Ellos, se amarran a la vida, como si de una roca enorme se tratara, cuya erosión son los años. Y son todos unos infelices. Sí.
Yo muero, como todo, como ellos. Formo parte de un ciclo, pero mi muerte provoca unas causas productivas. Ayudo a que la vida siga fluyendo.
¿Porqué se dedican a destruir la vida?
A lo largo de la historia, construyeron murallas a su alrededor, mataron su propia vida, su esperanza y las repercusiones siguen en la actualidad. No se libra ninguno de su pasado.
Lo más curioso, es que se creen libres. ¡Si ni siquiera yo soy libre! Se mienten, intentan consolarse con lo primero que perdemos nada más llegar a la vida.
"Pobre de ellos", pienso.
¡Que mantengan su fe y su esperanza en la libertad, pues lo único que les puede salvar de la vida es la muerte!