lunes, 14 de mayo de 2012

Fantasías en el mundo de los relámpagos.

De repente apareció allí, sin explicación alguna y eso hacía que su cabeza diese más vueltas de las que debía.
Arriba y abajo. Ella no paraba de mirar arriba y abajo.
¡Se iba a volver loca!
Las luces subían y bajaban. Rozaban el cielo y cuando casi (casi) lo tocaba, bajaban y explotaban en el mar. Salían desde una cueva que había al lado de un campo de flores. Y un poco más a la derecha, se encontraba la playa donde, unos kilómetros más lejos, explotaban.
Flores a un lado, el mar, el cielo cerca, muy muy cerca, aunque nunca lo llegase a rozar, un caminito a la izquierda y plantas verdes, muy verdes. El verde era su color preferido.
¡Ella estaba tan feliz!
Pero, !se iba a volver loca otra vez!
Las luces no cesaban, nunca. Jamás.
¿Había alguna especie de relación entre su locura y su felicidad?
¡Le daba igual!
Tenía todo lo que quería y era lo más simple posible. Las cosas materiales y complicadas nos llevan a la desgracia. Sin duda alguna. Ella, eso, lo tenía clarísimo.
Cuando paraba a reflexionar cómo y porqué había llegado a ese lugar, viendo esas luces que no paraban de subir y bajar (subir y bajar...), volvía a decir para sus adentros "¡Me voy a volver loca!"
Pero miraba de nuevo a su al rededor y susurraba en silencio, despeinándose y sonriendo "¡Qué más me dará! Tengo lo que necesito"
Y sentada en el suelo, tostándose al sol, se reía de las personas que, sin locura ni felicidad, vivían donde ella no quería estar.

Y una lucecita llegó al cielo.