jueves, 9 de junio de 2011

Accidentes casuales.

Era como mirarse al espejo y no se lo podía creer.
Llegado a este punto, se planteó realmente si merecía la pena. Todo iba a ser compartido. Todos sus esfuerzos repartidos al cincuenta por ciento, despreciando la mitad correspondiente del otro individuo dado que los méritos para el otro, eran como un caramelo, dulces y fáciles de conseguir.
La ética había desaparecido, al menos en el ámbito superficial, eran tiempos demasiado liberales. Y cuando dice demasiado, se refiere a "sobre pasar la frontera"
Él siempre había defendido ese tipo de ideas, y más cuando tenía pelo.
No podía creer lo que veía, pero, ¿Cómo no iba a creer en el mismo?. Uno enfrente del otro y, no como dos gotas de agua, porque a las gotas de agua pueden diferenciarse químicamente, pero ellos no. Era una fotocopia exacta del ADN, idéntica, tal cual.
El corazón iba sincronizado, el pumpumpumpum se escuchaba exactamente igual empezando y parando en el momento adecuado, como todo director de orquesta desearía que fuesen las entradas de cada instrumento.
Fue una decisión complicada. Ser o no ser, ya nadie hablaba de Shakespeare, todo el mundo podía ser y no ser.
El quería ser grande y a la vez tan pequeño.
Se sentó y empezó una conversación con ese hombre creado a su imagen y semejanza.
-¿Cómo te sientes?
Por sorpresa los dos iniciaron esa pregunta a la vez.
Él se quedó en silencio, se miró a si mismo. Inspiró y sonrió.
-Estoy confuso.
El otro, él mismo, ladeó la cabeza primero a la izquierda y a continuación a la derecha. Cerró los ojos y abrió la boca.
-Sé que para ti será complicado, pero, el que ha sido creado a partir de un individuo has sido tú.
Lo siento.
Él, el hombre inicial, el supuesto hombre inicial, abrió los ojos como platos, se quedó en silencio y empezaron a indundarle miles y miles de preguntas.
Todas ellas con una respuesta tan confusa, como la vida misma.