sábado, 27 de noviembre de 2010

Me empezó a latir fuertemente el corazón al verme a mí mismo sentado en el banco con veinte años más.
Con esos setenta ocho ya nada era lo mismo.
Sentía como iba envejeciendo y ahora sabía que estaba encontrando mi lugar. Las canas ya eran mi pelaje y los tatuajes iban desapareciendo. Ahora la vida me estaba dejando caer y en vez de sonreír, fruncía el entrecejo y lloraba por dentro.
La vida me supo tan injusta. Siempre estaba yo perdiendo el juicio mientras los demás ganaban. Me miraba al espejo con miedo a lo que pudiese encontrar, ya el tiempo no estaba de mi parte.
Estuve viviendo todo ese tiempo como si nada me importara y ahora lo único que me importa, es todo el tiempo que perdí y desperdicié.
Observé todo lo que tuve. Ellos, que siempre habían estado en mi camino, ya no lo estaban. Pero ya era demasiado tarde, demasiado tarde para mi.


Redacción para Lengua Castellana en 3º de ESO.