miércoles, 29 de mayo de 2019

Reconciliarse.

Vuelvo a aquel muelle, allí donde el faro me deja estar y veo cómo el cielo y el horizonte se funden y sólo aquel dulce reflejo rosa-algodón-de-azúcar marca la distancia entre lo real y lo onírico, allí dónde dicen que empiezan los sueños y la gente vuela cuando se muere. Siento cómo huele, también huele a mierda de barco. Ese trajín loco nivel M-30 entre Ibiza y Formentera me enfurece: "Yo no me vine de Madrid para esto". Me recuerdo con 15 años aquí mismo, con mis amigos, cuando ese pequeño rinconcito suponía un refugio para nuestra adolescencia fugaz y mi adolescencia robada. Ahora le llamo rincón de pensar pero no es cierto, es uno de los lugares donde más siento y menos pienso, a través de recuerdos que invaden cada rincón de mí, llenándome de añoranza, melancolía, ganas de coger aviones para volver a compartir un silencio cómodo y adrenalina para soltar. Me enfado conmigo misma, no soy capaz de decidir qué recuerdos del lugar entran y cuáles decido tirar por ese agujero entre las rocas donde se ve la mierda flotante, ese aceite que debe saber a oro porque proviene de aquella casta lujosa que viene a invadir mi tierra y a destrozarla. Qué asco me da.
Me voy de allí y entre pasos voy asomando una sonrisita al recordar aquellas cartas que escribía a Sebas y me hace gracia la ironía de los nombres y situaciones se repiten en mi vida. Cuando paseaba por las calles empinadas cerca de su casa, en esos inviernos húmedos, fumando hachís del malo a 7 euros el gramo, destruyendo un poco más mi autoestima, pensando que nunca iba a joderme tanto. Pienso en Sebas y en mí, en lo divertido que fue porque era una cría y me hacía mucha gracia... Cerca de casa vuelvo a mí "Deja de pensar en ese nombre, lo haces a posta". Sí, seguramente.
Con la chaqueta vaquera en la mano sigo adentrándome en todas las ideas que me vienen a la cabeza, todas las veces que huí de aquí. Porque, como de Madrid, también huí de este cacho de tierra rodeado de mar. Sabía que volver era enfrentarme. Nunca negaré arrepentirme y no me cansaré de transitar estas calles que me llevan a recordar todos los años que invertí en plasmar las palabras de mi vida.
Y entre paso y paso sigo deseando encontrar respuestas a mis cómos, aunque no tenga claro si tengo un porqué. Nietzsche dijo muchas cosas, pero no me creo que un nihilista hablara del sentido de la vida. Quizás también tenía disonancias cognitivas como yo: que queriendo encontrar respuestas sólo sigo preguntando.