sábado, 11 de febrero de 2017

Caminar.

Hacía mucho que no venía. Tal vez sea verdad que una no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, pero resulta hasta excitante volver a poner las manos sobre un teclado para crear, recordar, o simplemente, perdonar, (re)armonizar...

El dolor de mi pecho al despertar, el peso de mi espalda al levantarme y los números que determinarían mi felicidad. Las escapadas, el humo, la risa fácil. La música fuerte, las emociones a flor de piel, las heridas reabiertas. Mirarme en el espejo y no querer ver, los insultos, las peleas. No encontrar la paz en ningún lado, crear cualquier excusa para que detonara la guerra, hiperventilar, querer morir el domingo. La pequeña cicatriz en la mano para recordar no levantar la manga. Convertir comida en números. La llegada del verano, el temor, cambiar brazos por piernas. Las lágrimas, el alcohol, las uñas en mi boca...

Volver a la calma nunca fue fácil, pero sí reconfortante. Hoy paro a ejercitar mi paz, a pedirme perdón, a aceptar mi pasado y a reconciliarme con él...

Caminar por la avenida quince siempre es caminar por mi interior, duro, complicado pero gratificante.