Al escribir
ese dolor
que desgarra
disminuye.
Queda
plasmado
con el
traqueteo
del teclado.
Queda
difuminado,
translúcido.
Pero sigue
y desgarra
y duele
y permanece.
Y te dice
que no lo sueltes.
Que está
ahí contigo,
siempre
fiel.
Para recordar
entre vacío
y vacío
que fácilmente
vuelvo a llenarme.
Aunque sea
de simple
porquería
emocional.