martes, 10 de febrero de 2015

Libertad herida.

Si tuviese que describir mi vida en un momento, hablaría del 19 de Noviembre de 2012.

Recuerdo que me metí en el baño hiperventilando, con las manos en la cabeza intentando relajarme. Me miré al espejo y no vi más que la cara de una loca enfermiza: Los ojos muy abiertos, los labios con la piel escamada y unas ojeras que resaltaban demasiado con el color blanco de la cara. La hipervetilación no cesaba e intenté parar el movimiento de mi pecho con las manos. Me apoyé en la pared y poco a poco fui deslizándome hasta tocar el suelo y quedar completamente tumbada.
El techo parecía tan lejano... intenté cerrar los ojos y calmarme. Y ahí lo vi todo.

De repente, mi mente creó el peor escenario en el que yo podía encontrarme:
Estaba desnuda ante toda esa gente... Conocidos y desconocidos no paraban de reírse de mí y yo no tenía manera de escapar. Sé que bajé unas escaleras en las que nunca cambiaba de lugar y la gente aún podía verme y seguir divirtiéndose con la escena. Chillé, pedí auxilio... De repente me paré, miré a cada uno de aquellos que conformaban el público y dije adiós. Como si de una camisa se tratara, desgarré mi pecho con las uñas, haciendo un surco del cual salieron millones y millones de mariposas negras. Pero de poco sirvió mi asombro cuando percaté que esas mariposas daban dos aleteos y caían desvanecidas sobre mis pies. Mi adiós no había servido para nada, me tiré contra las tablas de aquel escenario y empecé a llorar.

Abrí los ojos y vi aquel techo tan lejano de nuevo...


Como todo, excepto las ganas de destruirme.