lunes, 22 de diciembre de 2014

Rimas de Bécquer

(...)

Pero a mí lo que más me gustaba era pasear mis uñas por tu espalda, subiendo y bajando, sintiendo cómo te erizabas y escuchaba tu sonrisa. Amaba el sonido de tu sonrisa más que nada en el mundo.

Recuerdo cuando me leías poesía y todo mi alrededor se volvía de color verde y marrón. Estoy convencida de que todo cambiaba cuando esas rimas de Bécquer sonaban con tu voz, yo sonreía y te oía sonreír.
Cuando me abrazabas fuerte, fuerte, tan fuerte, que sentía tu corazón latir y me decía que me quería. Entonces me acariciabas... y yo quería eso, yo no quería un ramo. Yo sólo quería tus caricias.

Nada más me importaba en el mundo cuando nos tapábamos con la sábana, nuestro refugio. Ahí yo no era ciega, ni discapacitada ni tenía una minusvalía. Ahí dentro estábamos tú y yo y nosotros, escuchándonos.
Ahí, todo lo demás, dejaba de tener sentido.

(...)