jueves, 29 de mayo de 2014

Sonrisas por la ventana.

Sonaba el piano de fondo mientras yo miraba por la ventana. No me fijaba en nada, simplemente miraba cómo la gente pasaba de un lado a otro, como los pensamientos por mi cabeza.
Aquella melodía me hacía recordar muchas cosas y yo hacía caso omiso a todo. No quería detenerme, tampoco correr. Aún así, hubo varios momentos en los que puse el pause para reflexionar en todo ello.

Recordé el día de su despedida con todo detalle: El sol, el cielo azul, el viento que se llevaba mis lágrimas, mis labios temblando, su mirada diciendo adiós... Aquel mismo día mi corazón se hizo de acero. Poco a poco el sol empezó a esconderse y tampoco quería que saliera. ¡Para qué quiero que brille el sol! Chillaba mi corazón creando el caparazón.
Tris tras...
Pensé en destruir todo a mi paso, pensé en arrasarlo todo, pensé en esconder todo lo que había tras esa roca en el pecho.

La música seguía y me paré a escucharla. Esa melodía llamó a otro recuerdo: Tras la desolación, no recordaba lo que era amar, ni siquiera lo que era amarse a sí mismo. Pero tras un tiempo empecé a hacerlo, y la canción sonaba tan suave y dulce como aquel día en que lo conseguí.
Una sonrisa se dibujó en mi cara y sentí el corazón latir, ahí, vivo y con ganas de vivir. Aquel día el sol salió y empecé a desear que saliera todos los días.

Cerré la ventana. Vi el reloj, era la hora. Cogí la maleta ya hecha y salí por la puerta para irme al aeropuerto, una etapa había finalizado y empezaba otra. No sabía lo que me esperaba, sólo sabía que me esperaba toda una vida por vivir.