lunes, 24 de marzo de 2014

Cuentos del reloj con prisa.

Dicen que el tiempo es relativo, yo prefiero decir que es tu enemigo, siempre va en tu contra. El tiempo ha sido un tema muy recurrente en poesías, es uno de esos misterios que el ser humano no puede controlar, por ello, una pasión desmesurada nos lleva a tratarlo y a quererlo... El tiempo es oro, dicen. Pero es más que oro... el tiempo nos hace vivir.

Yo tengo un reloj en mi cuarto. Muy bonito: azul, redondo, pequeñito, digital y marca las horas en un tono amarillo. Parece un reloj normal, pero es especial, diferente...
Están perfectamente diseñados para indicar el tiempo: otro intento fracasado por controlarlo, aún así, sólo consiguió que el tiempo nos controlara más.
Pero el mio va mal o, mejor dicho, tiene prisa. Poco a poco los minutos pasan como si cada vez un segundo desapareciera y se adelanta. No sé por qué, pero está empeñado en que corra.

El tiempo nos mata y nos hace crecer. Pero la prisa ralentiza nuestro crecimiento.
La espera genera el placer posterior. Para disfrutar se necesita tiempo, las recompensas vienen después del esfuerzo y de la espera. Al correr uno tiene más probabilidad de tropezarse. Un buen paseo se hace caminando, observando con tiempo.

Mi reloj tiene prisa.
Mi reloj no disfruta de cada segundo que marca su mecanismo. Tal vez quiera adelantar su fin.

O tal vez, es la musa y la metáfora perfecta para poder hablar de la lentitud.