Estoy debatiendo entre describir la poesía o escribir la poesía. Entonces paro y reparo en que no sé hacer nada de eso. Necesito una buena metáfora.
Y como si de un deseo concedido al genio de la lámpara, me vienes a la cabeza.
Como Béquer, poesía eres tú.
Me llenas la boca de palabras que no sé expresar, revuelves mi cabeza cada vez que te escucho, rompes mis patrones, haces que quiera volar y me llenas el corazón de emociones.
El cigarro consumido y yo consumiéndome.
Todo es tan contrario.
Soy el hierro que se fundió con tu calor.
Eres la pérdida de mis anhelos.
Mi poesía.
Y mi futura despedida.
Vuelvo a leer lo que escribí, sonrío al ver que he hecho lo que proponía hacer. Me siento (no del todo) satisfecha. La sonrisa desaparece y se convierte en un suspiro que apaga la última luz de la habitación.
Sutil metáfora de mi esperanza en cuanto a ti.