martes, 10 de diciembre de 2013

Sin ti en el silencio humeante.

Tengo una vela verde encendida a mi izquierda y el cenicero a la derecha. Tres colillas apagadas y un cigarrillo en la mano que humea constantemente, llenando la habitación de mi única compañía.
Estoy debatiendo entre describir la poesía o escribir la poesía. Entonces paro y reparo en que no sé hacer nada de eso. Necesito una buena metáfora.

Y como si de un deseo concedido al genio de la lámpara, me vienes a la cabeza.

Como Béquer, poesía eres tú.

Me llenas la boca de palabras que no sé expresar, revuelves mi cabeza cada vez que te escucho, rompes mis patrones, haces que quiera volar y me llenas el corazón de emociones.

El cigarro consumido y yo consumiéndome.
Todo es tan contrario. 

Soy el hierro que se fundió con tu calor.

Eres la pérdida de mis anhelos.
Mi poesía.

Y mi futura despedida.

Vuelvo a leer lo que escribí, sonrío al ver que he hecho lo que proponía hacer. Me siento (no del todo) satisfecha. La sonrisa desaparece y se convierte en un suspiro que apaga la última luz de la habitación.
Sutil metáfora de mi esperanza en cuanto a ti.