sábado, 29 de diciembre de 2012

Desnuda ante un espejo no-supeficial (y miro hacia atrás).

No es fácil desnudarme ante éste espejo, pero reconozco que tine un marco precioso. Tal vez lo pueda utilizar como la metáfora de mi propio marco. No sé si realmente el mío es tan bonito.

Me desnudo, me miro al espejo y no veo carne, ni huesos, ni pelo. Veo mis ojos y, sólo con ellos, consigo adentrarme en mi y conocerme(muy muy poco).
El año pasado no me vi igual. El año pasado, ni siquiera me vi. No existia, o tal vez era yo la que no quería existir.

Me veo con un libro, rodeada de palabras y un bolígrafo. Me veo dibujando cualquier estupidez mal dibujada. Veo las notas musicales, las siento y las escucho. Me veo al lado del mar, tocando la luna y huyendo del sol(ése sol que deseo en las tardes de otoño y sólo él es capaz de alegrarme). Soy, también, una contradicción. Tengo mil metáforas enmarañadas en mi pelo.
Tengo, sobre todo, amor por lo que amo.
Soy todo yo.
Soy nada.

He cambiado, has cambiado y el mundo ha cambiado(para mi gusto, no lo suficiente). Y qué bien sientan los cambios. A veces si, a veces no. Pero yo, por lo menos, sí que me alegro.
Soy un poco más fuerte, un poco más guapa, un poco más delgada pero también un poco más gordita. Menos mal.

Y en el espejo, de la nada, aparecen maravillosas vistas, aquellas que la montaña me tapaba, aquella montaña en la que perdí gran parte de mi ser, esperanza y peso. Pero estoy llegando y veo el mar.

Queda mucho por recorrer, queda mucho que subir. Pero poco por perder.
Ahora quiero ganar, ahora me veo con fuerza.
No me propongo nada para lo que me espera, ni me arrepiento de nada. Sólo quiero llegar hasta el final, sea lo que sea aquel final.

Y me vuelvo a tapar. Y vuelvo a ver mi piel.
Ya soy yo enmascarada,
ya soy yo(otra vez) en medio de la nada.