miércoles, 21 de noviembre de 2012

Margaritas para la más bonita.

La avenida quince se postraba ante él.
Quién podría imaginar que sus pasos más importantes en la vida habían surgido en esta misma calle de dos carriles, limitada por edificios, no más de tres metros de alto, y aquella floristería.
Si, ésta floristería... Maldita sea.
Paró en el escaparate y viéndose reflejado se alegró de su vejez.
Parecía un hombre más bueno con esas flores al rededor y olor que desprendían.
Hizo una inspiración profunda y, al tiempo de la expiración, su mano acariciaba su espesa barba blanca.
Maldita sea el pelo, ya podría haberse quedado en la cabeza. La vida es injusta.
Todos conocemos la injusticia de la vida, pero ése hombre, era capaz de vivir aceptándola.
Decidió entrar en la floristería, dispuesto, sólamente, a respirar aquel aire invadido de flores. Cuánto lo echaba de menos.
-¿Desea algo, señor?-Preguntó la dependienta.
Maldita sea.
-No, gracias, sólo quiero mirar.
La señorita asintió y volvió tras el mostrador, a la espera de nuevos clientes a los que acechar y no caer presa del aburrimiento matutino.
Tras media hora, el hombre seguía observando cada una de las flores: se paraba, la miraba, la tocaba suavemente y, finalmente, respiraba el fresco aroma.
-Perdone señor pero...-
-Lo sé, lo sé, no puedo estar aquí si no compro nada.-El hombre buscó su cartera y sacó 5 euros.-Aquí tiene, señorita, me llevo esta margarita.
-Lo siento, no se venden sueltas.
-Mire, señorita, le doy cinco euros por ella pudiéndome ir al campo para elegir la más hermosa entre millones a ningún precio y, usted, con total imparcialidad, me dice que no puedo comprar una margarita a ese precio porque no se venden sueltas. ¡Maldita sea! ¡Qué injusta es la vida!.
Finalmente, la dependienta aceptó. El hombre salió de la floristería y volvió a quedarse en frente del escaparate.
La vida es injusta, querida, pero aquí estoy. Con una margarita preciosa en mi mano, como cuando lo estabas tú, rodeado de flores, reflejado en el espejo y viéndome mayor, recordando tu olor en nuestra floristería. Tú no estás a mi lado, pero yo te siento cerca.
Margarita en mano, recordando a su esposa y con cinco euros de menos, emprendió en camino a casa mientras añora el pasado, vive el presente y recibe el futuro.