miércoles, 26 de septiembre de 2012

Desde lo más profundo de mis intestinos.

Antes de nada, perdónenme, no soy de esas personas que saben simplificar, sino todo lo contrario.
Sé que tal vez haber hablado antes con ustedes hubiese sido lo más correcto, pero tampoco soy de esas personas que saben hacer lo correcto en el momento exacto.
Perdónenme por haberles obligado a malgastar su tiempo leyendo, hoy en día a nadie le gusta leer.
Les doy mi más sincero pésame, aunque no sienta lo mismo que ustedes, les compadezco, mucho.
Perdónenme también por todas las subordinaciones de esta carta, pero me gusta escribir, no hablar. Es más sencillo así.
Como decía, espero que el luto sea, más que una perdida, una oportunidad para abrir los ojos y encontrarse la luz de frente.
Lo mio no es el orden.
En realidad, me encanta ironizar con ustedes, pues sólo quiero que padezcan la estupidez de la que habéis sido dotados y, sobre todo, sufran con su indiferencia.
Qué cruel soy.
Fuera de la verdad que se haya en mis intestinos, soy una persona aparentemente corriente.
Vivan, señores, la vida que eligieron.
Perdónenme por no ser tan amable, por mofarme de ustedes, pero son como payasos de circo.
Perdónenme por no encontrarme donde ustedes.
Perdónenme por ser así, alguien que se siente persona sólo de vez en cuando. Alguien que saca las verdades a base de ausencias en el día a día.
Perdónenme por esto.
Con mi más sincero pésame, siento vuestra muerte cada día que vivís.