jueves, 19 de enero de 2012

Excursiones al tejado.

Esa chica tenía los ojos más bonitos que había visto nunca, y creo que sabía que me gustaban.
Nos dijo que allí arriba estaban las mejores vistas de la ciudad y nos contó la historia del edificio.
Me importaba más bien poco quien lo hubiese construido o porque fue derribado sólo unos meses más tarde, pero yo asentía y preguntaba para que ella se girase, moviese su larga y rizada melena oscura, me mirase y me sonriese. Tenia los dientes tan blancos como este papel. O más, ¡incluso más!
Qué ojazos. Marrones con las pestañas largas.
Nos hizo esperar un momento delante de la puerta que daría paso al ático, donde disfrutaríamos de las mejores vistas. Buscó la llave en su bolsillo. Justo se calló al suelo, me agaché y se la di.
-Gracias.- Me dijo con una sonrisa tímida.
Abrió la puerta y nunca antes había experimentado una sensación así.
-¿A que es precioso?
Me giré a ver que había al otro lado de donde estaba mirando toda la gente.
¿Las vistas más bonitas?
Lo que se pierden.
Justo a sus espaldas, se encontraba el cuadro más hermoso del mar. Un azul que se fundía con el cielo. Podríamos nadar y tal vez estaríamos volando. ¿No sería genial?
Se lo comenté a la chica cuando se acercó un poco a mi.
-Sí, pero me pagan por enseñarles la ciudad... Es lo que interesa.
Bajó la mirada y la levantó para volver a mirar ese hermoso paisaje.
Me moví para cambiar de lado y me dijo "eh".
-Nunca nadie me había dicho que el mar es mejor que la ciudad.
-Pues vaya... Es algo tan estúpido como decir que las rubias están mejores que las morenas...
Sonreía.
-Bajamos ya, el bus nos viene a buscar.
Y yo, atontado, me quedé como un estúpido mirando el paisaje reflejado en sus ojos.