jueves, 20 de octubre de 2011

Vaivenes que no vuelven.

Hola.
Me paro frente a ti. Me quito los zapatos y dejo que me mojes la punta de los pies, pero sólo eso, porque me retiro enseguida.
Me sentaría, pero la arena está mojada. Qué mas da. Realmente ¿qué mas da?.
Me siento en la orilla, y dejo que me empapes, porque te amo.
A tu lado me siento bien, haces que mi cabeza sea como tú. Corrientes marinas que fluyen de un lado a otro sin temor a encontrarse con lo que sea, pues, son irrompibles.
-Sabes querido-Digo mientras te acaricio cuando apareces en uno de tus vaivenes -, hoy he leído que qué mejor manera de que no te rompan el corazón que haciendo parecer que no tienes. Pues, ¡qué razón!-
Me callo, te miro, bajo la mirada, tan grande y yo aquí tan pequeña. No mereces que te cuente esto, que más te dará. Lo mismo que me da a mi sentarme en la arena mojada.
Te vuelvo a mirar y rectifico.
-Igual que me han dicho eso, debería decirlo yo también.
Me levanto, te miro, me despido de ti, me pongo los zapatos, y voy marcando la huella de la suela a mi paso, sabiendo, perfectamente, que las borrarás en cuanto gire para volver otro día.