miércoles, 7 de septiembre de 2011

Caminante,

Había apagado la luz de la habitación. A continuación, le buscó con la mirada y ahí estaba, aún en la mesa de la cocina, le sonrió y le susurró un "Hasta luego".
Mientras salía de casa, volvió atrás para mirarse en en el espejo y cogió un paraguas.
Una chica de tez pálida, cabello negro largo, ojos verdes, con unos pómulos muy destacados y unos labios carnosos y rosas le devolvió la mirada.
No sabe si se gusta, pero le da igual.
Cogía el paraguas del paragüero, abrió la puerta, la cerró, y bajó las escaleras.
Llovía y hacía tiempo que no pasaba. Las comisuras de sus labios subieron y los ojos se le iluminaron.
Sabía que no iba a mantener mucho esa sonrisa, pero abrió el paraguas, lo apoyó en su hombro y empezó a hacer camino. Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar.
Le llegó esa frase a la cabeza, qué buena, qué grande.
Hubiese cogido el móvil y los cascos, si no hubiese sido por el frío que tenía en las manos y no las quería sacar de los bolsillos.
Ahora mismo, no volvería atrás, ni adelante. Detendría el tiempo, perfecto, pero a la vez lo peor que le podía pasar.
Paró en frente del paso de cebra, paso tras paso, ella hacía su camino pero, hoy, lo detendría.
Cambió de dirección, le desbordaba felicidad.
Se acercó a un descampado, dejó el paraguas a un lado y, aún con la sonrisa puesta, dejó de desviar el agua a otro lugar, dejando que cayese de la manera más perpendicular posible hasta chocar con su cabeza y mojar aquel cabello largo, haciendo que apareciesen sus rizos y mostrándose feliz en ese mundo tan frívolo.