domingo, 3 de julio de 2011

Razones más que suficientes.

El cielo cobrizo cae sobre las pequeñas colinas que rodean su casa.
Es un día perfecto de verano, el riachuelo corre con abundante agua y mezclando el sonido de las ramas, los pájaros y algunas chicharras se crea una melodía hermosa.
Junto al rio, afluente del Ebro, se encuentra un pequeño prado verde, donde se construyó su magnífica casa. Enorme, con grandes cristaleras para no perderse ni un sólo detalle de la perfección de la naturaleza.
Sentado en la terraza en su silla de mimbre artesanal, posa su vaso de coñac en la mesa redonda de madera de teka. Lleva así dos horas. Solo, como cada tarde de verano a partir de las 5 hasta las 8. Mira a su alrededor, se pregunta porqué hizo una piscina, si nunca se ha bañado en ella y nunca nadie lo hará. Ojalá fueran sus nietos.
Pensador, escritor, realista y, de una manera muy contradictoria, soñador.
Recuerda cuando vio por primera vez ese lugar. Sabía que era el suyo, pues nunca antes había visto tal pradera.
Hubiese preferido algo cerca del mar, pero en estos tiempos de consumismo y materialismo, cerca del mar sólo podías encontrar grandes hoteles, con sus grandes ofertas y grandes, literalmente, clientes americanos.
Allí tenía la tranquilidad que estaba buscando y, sin duda alguna, el mismo día aceptó comprarle el terreno al dueño.
Ahora, con su espalda reposada desde hace un rato se levanta y lleva la copa de coñac a la cocina. La friega, sube a su habitación y se pone un bañador por primera vez en sus 10 años de soledad.
Baja las escaleras y nada más llegar al borde de madera que rodea la piscina, se tira. Hacía tiempo que no se bañaba, pero no olvidado nadar. ¿Cómo alguien podría olvidar su oficio?. Campeón olímpico, ni mas ni menos.
Estira las piernas y los brazos los pone en forma de cruz, para hacerse el muerto. Se plantea si considerar eso como clases prácticas antes de morir. Quien sabe.
Hace tiempo que desconectó de la humanidad, sólo tenia contacto visual con otras personas cuando le traían la compra a casa.
Piensa en la gente, en los suyos, aunque tal vez no tan suyos.
Hay gente, que le odia, pero, realmente, no se dan cuenta de que no es así.
La única persona que puede tener razones para odiarle y lo hace, es él mismo.