lunes, 29 de marzo de 2010

El timbre suena insistentemente.
-¿Sí?
-Soy yo, ábreme.
Las comisuras de los labios suben y dejan entrever los dientes blancos. Sube las escaleras, y el corazón le va a mil pero no por el esfuerzo de peldaño a peldaño sino el esfuerzo de ser capaz de subirlas y ir hacia allí. Vuelve a llamar al timbre, la puerta se abre. Ella sonríe al verle finalmente y él sigue con su expresión de siempre sin que ella sepa nada.
-Ven, pasa, vamos al salón.
Demasiada luz, para su momento trágico. Ella se sienta en el sofá y él, a medio metro aproximadamente. Busca en su bolso el paquete de Malboro.
-¿Puedo?-Dice enseñándolo.
-Sólo si me das uno.
Ella sonríe de nuevo, él va a por el cenicero y a abrir las persianas para que corra el aire, huele a humedad.
-¿Qué tal todo Sebas?-No puede aguantar más la pregunta.
-Bien, todo bien. Tenía ganas de llegar y tus cartas me emocionaban mucho, gracias.
Un silencio inquietante inunda la sala.
-¿Tú que tal?
-Bien, sí, bueno... no Sebas no, joder.
Finalmente consigue encender el cigarro, le da una calada larga y aprovecha para que entre el aire en sus pulmones.
Sebas no sabe que decir, se siente mal.
-¿Qué ha pasado Carla?
-Nada nuevo.
Él enciende el cigarro.
-Todo sigue igual, como siempre.
-¿Entonces cual es el problema?
-Ese es el problema Sebas, que todo, absolutamente todo sigue igual, que por mucho que te hayas ido, por mucho que no me contestases las malditas cartas por mucha mierda que me meta tú también estás ahí metido.
Ahora sí que Sebas se ha quedado sin palabras.
-Yo...
Ella asiente, le da otra calada y calla por un momento. Mira el tejado, respira tranquilamente.
-Yo te quiero, Sebastian.
Él sonríe, pero por dentro esas palabras le han taladrado como nada. Porque él también, quizás no como ella, pero él siente algo y no debe.
-Bueno, sólo quería decir eso, debería irme.
El cigarro se ha consumido en un instante y lo deja en el cenicero, Sebas aún lo tiene. Ella se levanta, y él mira como se aleja hasta la puerta.
-Espera, ya te la abro yo.
Se miran antes de que ella se vaya. Su mirada le duele, sabe perfectamente que ella le quiere pero él no debe hacer nada. No debe, pero quiere. Al fin, ella sonríe y se va.
-Ey, te necesito- Dice Carla.