viernes, 23 de octubre de 2009

Aprendí rápidamente a ser amiga del dolor, siempre me acompañaba todos los lados, incluso al baño. Nunca he querido dirigirle la palabra simplemente porque me molestaba y no encontraba ninguna razón por la que hacerlo. Ahora, siento que ya va siendo hora de ir acostumbrándose, a sentir como el dolor te coge con una cuerda y te ata a ese palo en lo más alto de esa pequeña montaña.
Hay veces, en que siento como si me hablase, como si me dijese toda la verdad del mundo, todo lo que me molesta y me lo repite en mi mente todo el día, toda la noche y en cada momento de esa pequeña felicidad que sientes de vez en cuando. Pero aprendí a ser fuerte, y por muy amiga que sea del dolor, no siento nada ya, por mil veces que me repita que no se consigue lo que uno quiere, sé que conseguir lo que quiero no es lo que me hace feliz, sino mantener esas pequeñas cosas que sí lo hacen.
Aún así, sigue ahí presente sin que le pida explicación. Supongo que ese dolor, poco a poco se irá cansando, poco a poco se irá apagando como una pequeña vela en medio del sol.
(...)
Ya era hora.