lunes, 14 de marzo de 2016

Donde siempre.

Volví a pasar por la calle de siempre, aquella que recorría día tras día con la misma finalidad, crecer. (O intentarlo).
Volví a ver a aquel señor con su moto, la que admiraba y a los pocos minutos la debía volver a guardar.

Volví a pasar la noche en el bar de siempre, aquel que frecuentaba noche tras noche sin ninguna finalidad.
Volví a encontrarme a aquella mujer y sus movimientos, dejándose llevar por algún viento que los demás no conocíamos, y que nos dejaban a todos perplejos.

Volví a quedarme sola en la habitación de siempre, aquella que me acogió, con cariño, sin fin.
Volví a verme a mí, escribiendo en el tapete del escritorio, en aquella libreta de hojas recicladas, en aquellas tardes en las que me aferraba a cualquier resquicio que me recordara respirar.

Siempre cerca del mar, me hago la misma pregunta:

Quién dice que la locura no viene precedida de la verdadera felicidad.