miércoles, 21 de abril de 2010

Siempre que voy al instituto me encuentro a un señor mayor que abre un local, pone una especie de rampita entre el escalón y la acera y saca una moto antigua de ahí dentro, está lleno de cosas antiguas, pero no es una tienda. Se pone el casco y se monta encima de ella. La acaricia, ríe con la esperanza de que arranque, baja, se quita el casco y la vuelve a guardar. A veces parece que sé lo que piensa o que lo entiendo. Seguramente ese señor cuando era joven se montaba en la moto y debía ser de los mejores. Ahora que no puede, disfruta de ella como si nada hubiese pasado, y por fuera toma el papel de alguien feliz. Por dentro, se siente destrozado y echa de menos las ganas de volver a correr y a sentirse como siempre había deseado, como cuando quería que eso nunca acabase.
Para mi, hoy da la sensación de que el sol brilla más, que el aire caliente que tanto deseaba corre entre las calles de esta ciudad. No si, al final no es tan horrible el lugar.
Puede que sea la sensación de que las cosas se relajen y anden al ritmo que deberían.
Sinceramente, hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien.

Lo que hace la primavera....