martes, 2 de marzo de 2010

Él quería algo; una sonrisa, un abrazo, una mirada, entre muchas otras cosas simples, pero que únicamente yo se las dedicase a él. Quería, pero no lo admitía. Y yo, muerta de miedo entre bastidores, miraba la obra pasar aguardando mi turno. Me imaginaba cada pequeño movimiento que debía cobrar mi cuerpo al pisar el suelo iluminado, reflejando la escena de mi vida.
Él sonreía, miraba hacia los lados, estaba enamorado de ella, tanto como yo de él. Por un instante dudé, anulé ese pensamiento de mi cabeza por unos momentos preguntándome si realmente podía estar él tan enamorado. Sí. Pero joder, yo sabía que en el fondo quería un pequeño gesto, hemos repetido esta historia mil veces, siempre ocurre así.
Entonces, en el momento de levantar el talón y a continuación la punta del pié para dar paso a mi gran final, los ojos se abrieron mostrándome la realidad que seguía consumiéndome.