lunes, 23 de noviembre de 2009

Arrancaría a llorar pero sus ojos ya no eran capaces de emanar lágrima alguna, aquellas que revelaban la pena que sentía por dentro.
Tumbada en la alfombra de su habitación, sentía como poco a poco el peso del aire iba reduciéndola al silencio. Sus puños cerrados hacían que las uñas atravesaran su dulce y fina piel creando en ellas las heridas que se hallaban en su interior.
Derrotada, cedió paso a lo que, según ella, iba a ser mejor vida.